Tras la apertura al culto
en 1614 de la Iglesia Santa María de Gracia de Espera, en principio llamada de
la Victoria, el primer cometido de la fábrica de la misma y de las Hermandades
ya constituidas en la antigua Iglesia del Señor Santiago, en el Castillo, era
el revestirla de retablos e imágenes.
Ya había sido construido el retablo mayor, obra de Diego
López Bueno, en una primera fase y terminada su obra arquitectónica por parte
de Pablo Legot, así como su obra pictórica. Las Hermandades creadas hasta aquellos momentos
habían contratado la realización de sus imágenes. Así ocurrió con la Cofradía
de la Soledad, a través de Pedro Criado, que en 1628 había concertado la
realización de su titular con Amaro Vázquez, según una escritura que ya
publicamos en esta misma página. La Cofradía de Jesús Nazareno, también por
medio de Pedro Criado, se obligó con Pedro Nieto, escultor sevillano, a la
realización de un nazareno para la Hermandad en 1633. Sería unos años después,
en 1666, cuando el mayordomo de la Cofradía de la Soledad Juan González Muñoz
contrataría con Francisco de Escobar, la realización de un sepulcro para el
Cristo de la Hermandad. Cinco años más tarde, en 1671, la misma Hermandad concertaría con Fernando Barahona
la realización del primer altar o retablo conocido de la citada Hermandad de la
Soledad.